lunes, 13 de junio de 2016

Los invisibles de la realidad urbana - La Hora Guatemala

"Delfina Sánchez, tiene 65 años y dedicó casi la mitad de su vida a clasificar desechos en el vertedero de la zona 3, y nunca pudo comprar una casa para su familia."

Delfina se siente triste debido a que la pobreza afectó a sus hijos; porque no pudo ayudarlos a conseguir educación. Toda su familia vive en una casa improvisada, en la cual sufren de calor, se ven afectados cuando hay lluvia y casi nunca tienen agua. Tampoco cuentan con camas, por lo que se turnan para dormir en colchonetas en el suelo.
"Aunque existen personas altruistas que buscan mejorar las condiciones de vida de los habitantes de los asentamientos, la ayuda es a corto plazo y no permite romper el círculo de pobreza y pobreza extrema en el que viven quienes no tienen oportunidades para procurar una vida digna." - La Hora

2 comentarios:

  1. Es claro que este problema está a merced del día y aunque muchas personas quieran ignorarlo se encuentra en cualquier lugar. La pobreza extrema condena, lamentablemente, un estilo de vida precario.

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  2. Tanto como las personas que viven en el vertedero de la zona 3, como en cualquier asentamiento, son personas que prácticamente la sociedad se ha encargado de condenarlas a ese tipo de vida. El acceso a oportunidades de desarrollo y crecimiento son realmente escasas para éstas personas, quienes se dedican sobrevivir día a día, alimentándose muchas veces de lo que encuentran en la basura.

    En la zona 8 capitalina, en la conocida "Terminal" he tenido la oportunidad de ver personas que están en las calles más retiradas de éste lugar, buscando entre los desechos, papas o algún tipo de alimento podrido. Conocí en ese entonces, que estaba llevando víveres a esas personas, a una señora de quien no recuerdo su nombre, pero recuerdo que me comentó sobre su familia. Todos estaban distribuidos en los basureros buscando incluso cáscaras de bananos y aguacates, que según decía, era "lo mejor que se podía encontrar".

    Resulta un sentimiento de impotencia para nosotros, que no podamos hacer algo más por ayudar a ésta gente, más que donarles comida y ropa. Sin embargo, quienes tenemos la oportunidad de tener acceso a educación, es nuestro deber no olvidarnos de ésta gente y luchar por generar un cambio en la sociedad, y de ésta manera poder ayudar de una manera más impactante en éstas familias.

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